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Materia/espíritu: divergencia en la poesía visual de los hermanos Capote

Caridad Blanco de la Cruz

Un acercamiento al arte cubano más reciente nos coloca ante esa heterogeneidad e indefinición que hoy resulta notoria, sin que puedan distinguirse líneas hegemónicas como fue característico de momentos anteriores. Algunos estudiosos refieren existe una continuidad en la orientación crítica del arte que se hace en la isla, aunque el abordaje más directo ha tenido lugar en el vídeo. No obstante, se reconoce el peso que el contexto tiene en los discursos artísticos, pero también el hecho de que la transparencia de antaño al expresarlo, es hoy casi como norma, alusión tangencial a raíz del interés por sintonizarse con tópicos más universales, en algunos casos orgánicamente, y en otros, en función del mercado. Estas consideraciones con un peso relativo en una vista panorámica, no cambian el hecho de que casi al finalizar la primera década del nuevo milenio, las coordenadas resulten difusas para definir rumbos entre lo establecido y lo emergente, a diferencia de lo que la tradición crítica había asentado en  Cuba, tras la lectura de contingencias históricas y culturales. Justo en ese espacio temporal luego de 2000, los discursos de Yoán e Iván Capote han tenido desarrollo ascendente y consolidación, insertados en una zona próxima al postminimalismo en la escena nacional, con preeminencia de lo conceptual

Cuando los hermanos Capote compartieron lugar en Galería Habana, en 2001, con las exposiciones: El diseño de lo híbrido y Armonía de contrarios no sólo tenían su primera presentación juntos en uno de los espacios legitimadores importantes de la ciudad, sino mostraban, amén de una visión integral de sus propuestas, una comunión en cuanto conceptos que hasta ese momento había tenido íntimo discurrir, dado su parentesco y la confrontación propia entre ambos como estudiantes de arte, integrados por entonces a Galería DUPP[1].

La raigambre conceptual que les era común se distinguía en cada uno de los objetos de las muestras, sin embargo, en El diseño de lo híbrido, el valor que Yoán Capote (Pinar del Río, 1977), concedía al espacio como elemento integrado a la obra, el grado de interacción con el espectador –ready-mades de acciones o interactividad–, y la diáfana comunicación de sus intensiones a partir de (re)diseñar objetos de uso cotidiano, conferían a su obra un carácter extrovertido y abierto, una exterioridad en la que lo social se expandía como trasfondo. A esto se contraponía, en Armonía de Contrarios, el recogimiento de Iván Capote (Pinar del Río, 1973), en la invitación al disfrute de entresijos reflexivos o interioridad centrada en el objeto, como si hubiese destilado el pensamiento hasta alcanzar un alto grado de pureza en “máquinas” sencillas, cuyas acciones construían enunciados simbólicos llamándonos a la íntima reflexión y al degustamiento visual.

Yoán Capote en el set de Protocolo, ofreció al espectador la opción de sentarse a la mesa de negociaciones, decidir posición eligiendo una u otra de las sillas del irónico comentario acerca de la falta de comunicación y diálogo entre países y políticos. También para ser usado era el banco híbrido que resultó Mueble homovariable, en tanto Lagrimal, permitió beber el vino que brotaba desde unos labios femeninos luego de insertar una moneda en la máquina, pago que accionaba el mecanismo del bebedero metálico. La comunión entre público y obra fue una sugerente reflexión acerca del placer y el dolor, en un objeto alegórico que comentaba el fenómeno de la prostitución.

Iván Capote, por su parte, alcanzó a crear máquinas que trasmitían ideas complejas[2]. Sus eficaces mecanismos exhibían en la acción, soluciones visuales de extrema síntesis y plena significación. Así sucedió con Historia, donde un brazo metálico se encargaba del registro. El trazo de la línea sobre un cristal era suprimido en un ciclo sin fin; nunca se completaba la narración: escribir/borrar, era un ejercicio de poder: En Armonía de contrarios, sustancias de naturaleza antagónica fueron forzadas a unirse. Cada vez que un temporizador lo permitía, el agua y el aceite industrial atrapados en un tubo se mostraban incontaminados en la denuncia del sobrio dispositivo sobre la falsa unidad entre opuestos. Móvil perpetuo era documentación y evidencia de una performance realizada por Iván. Un tubo de ensayo contenía los residuos de una moneda reducida a polvo y el sudor del artista tras haberla desvastado. La lectura acerca de las contradicciones generadas por la circulación de la doble moneda en el país la permitía el cuarto de dólar utilizado, y allí, el movimiento resultaba ilusión, el interés (necesidad), con respecto al dinero, eran motor para su obtención en la vida común y en los espacios del arte.

La presentación conjunta de los hermanos Capote subrayó sus puntos coincidentes, y de igual modo, las divergencias de sus individualidades. Los argumentos de aquellas exposiciones, según sus normas creativas,[3] los colocaban en comunión como escultores conceptuales, o si se prefiere, como creadores de una poesía visual manifiesta en singulares objetos. Es a partir de ellos que se establecen rumbos contrarios. Lo que en Yoán es conciencia de exterioridad al estar sus piezas vinculadas al espacio de lo social, resulta en Iván íntimo reclamo al desciframiento, invitación que cursan obras en las que la filosofía es sustancia de ese ensimismamiento ontológico que parece extenderse desde el vació. El dibujo de sus identidades puede distinguirse/alcanzarse, a partir de identificar cual segmentos definitorios, algunos de los proyectos expositivos más relevantes de ambos creadores: Anímica y Psicomorfosis, en el caso de Yoán; Aforismos y Sutil, en lo que respecta a Iván.

Con Anímica, en 2004, en la George Adams Gallery de Nueva York, Yoán Capote volvió al diálogo con el cuerpo humano, pero multiplicando la fuerza simbólica en lo acendrado del diseño y la realización. Su comentario crítico trascendía las referencias primarias acerca del sexo, la comida y el dinero, como había ocurrido con Dinero bilingüe, al espejear situaciones de tensión y aun otros tópicos económicos o políticos, para remontarse tras ese estado o fuerza espiritual (psíquica/emocional), que distingue a la actividad humana, cuyo íntimo escenario está en la mente. Del contraste entre raciocinio y emoción nacieron piezas emblemáticas como: Stress, Racional, Locura, In love (After Brancusi), entre otras.

Para Stress, Yoán conformó una columna con bloques de concreto. Entre las moles sostenidas por gravedad, intercaló una línea de dientes fundidos en bronce. A partir de una percepción individual de la tensión ideó esta escultura, monumento a la vivencia colectiva del estrés. En otra dirección, al colocar a un torso masculino un encéfalo en lugar de genitales, su Racional exteriorizaba al individuo divido entre el instinto y la razón, el placer y el miedo, mientras en Locura, la perturbación psíquica estaba en el balanceo, equilibrio extraviado el de aquella cabeza cuya base era la figura invertida del propio cerebro perdido. Todas ellas, y otras como: Nostalgia, Casados, Impotencia y Touch, precisas como imágenes, resultaban expresiones sucintas de la acción humana leídas como generalidad desde lo social.

De esa demarcación psicológica se apartó Iván Capote, condensando lo relativo al ser; un asidero de naturaleza inmaterial, intangible. En 2003, durante la VIII Bienal de La Habana, en su escultura cinética Dislexia, podía leerse: “la vida es un texto que aprendemos a leer demasiado tarde”. Con ella pasó a primer plano el protagonismo de la palabra. Luego, con Aforismos (Galería Habana, 2006), lo tomado de la escritura se convirtió en herramienta de análisis, a partir de establecer reveladores vínculos entre los elementos del lenguaje y su nueva condición. Aprehender las imágenes que Iván consigue, resultan de un provocador contraste con lo visual, sin pervertir la esencia de las palabras convertidas en protagonistas para la manipulación simbólica del espectador. El validó la síntesis desde el aforismo como concepto, en un tránsito hacia una opción minimal más radical. Reiteró su análisis incisivo y cáustico sobre el dinero; distinguir su signo dependía del ángulo en que el espectador se colocara con respecto a la obra, lo mismo en la pintura que en la escultura en Punto de vista. La llave de todas las cosas, fue una alusión al poder del verbo, y por eso tuvo lugar distintivo en el espacio, tras haber colocado en los “dientes” de ese instrumento que usamos para abrir puertas la mitad del vocablo “words”.

En Aforismos, la justeza de la escala hacia asequibles los artefactos para su relación con el público, facilitando el íntimo intercambio con las preocupaciones de orden filosófico y los juicios sobre lo trascendente en la existencia humana, que el artista precisaba comunicar. La manera diáfana en que Iván Capote lo consiguió, era notable en la búsqueda requerida en Lost. Se nos facilitaba una lupa para escrutar y encontrar en una placa metálica el diminuto grabado de la palabra “truth”, búsqueda que ha sido para muchos supremo desafío.

A partir de Stress (y algunas otras obras), Yoán Capote corroboró que al ser lo psicológico núcleo rector, podía abordar disímiles temáticas sin que las referencias locales o el hecho de trascenderlas, fueran una limitante para la autenticidad crítica. Los códigos, con independencia del origen, pueden leerse en diversos contextos enriqueciendo las capas de sentido para una misma obra. De ese ideario resultó en 2008, Psicomorfosis, en galería Habana. “Me interesa la poesía de convertir en experiencia física un estado emocional o psicológico de la mente”[4], aseveró Yoán y lo concretó los segmentos de una exposición que resultó universo lírico y multisensorial. Allí estuvieron retratos colectivos nacidos en la pujanza de lo anónimo, obedeciendo a estados psicológicos colectivos: Lote (Retrato de la masa); Paranoia y Maleable. Su Autorretrato (Cada uno de nosotros), disentía del parecido a favor de la fuerza de gravedad, el concreto y unos huesos fundidos en bronce, para revelar desde lo uno el drama existencial; el dolor individual y colectivo, aunque también dio cabida a otros conflictos emocionales del individuo, como son las hipérboles, Erección y Top Feminist.

En aquel contexto, una pieza en proceso como Open Mind, concentró la energía expansiva que lo guiaba. En la maqueta se distinguía a un cerebro humano convertido en espacio de encuentro, desplazándolo como objeto ampliado hacia el escenario de lo arquitectónico, luego de idearlo como sitio simbólico dentro la ciudad, medio urbano que es trasfondo de casi todo su trabajo. Open Mind remitía a las tensiones del mundo contemporáneo por falta de tolerancia, a las fricciones entre el individuo y la sociedad y, partiendo de esa contradicción, él se expresaba a favor del entendimiento y la comprensión, de una mentalidad con tal apertura como para que estemos todos incluidos, planteo que traduce ese espacio público de encuentro e intercambio que pudo sentirse cuando la pieza convertida en instalación, formó parte de la muestra central de la X Bienal de La Habana,

A diferencia de esta expansión en el trabajo de Yoán, con Sutil, la muestra personal que Iván Capote acaba de presentar en La Habana, se refuerza la divergencia en la proyección de estos dos artistas. Si con anterioridad para conseguir sus analogías, Iván acoplaba las palabras a objetos de uso cotidiano: llaves, cuchillas de afeitar, cercas, herramientas y otros artefactos, ahora lo relevante es la palabra misma, su apertura en sentidos. Un tanto paradójica es la retracción aguda de las formas, en relación con lo trascendente de los temas. En unos casos sólo aparece la mitad de la palabra dispuesta en el interior de la pared. Lo que permite la lectura es la puesta en escena del vocablo. Las sencillas formas de metal (acero) que trazan los contornos, luego de iluminadas, completan con su sombra las palabras. Ese efecto sobrecogedor con que se alcanza a ver cada vocablo en soledad, revela la naturaleza del drama que hay en cada término seleccionado por su carga simbólica y el peso que tiene en la existencia de cada hombre. Palabras que son marcas, destinos. Ello sucede al usar el verbo Be, del inglés; en Estigma, con “odio”, o en Hacia la luz, con “éxodo”. La ruta condicionada por lo esencial oscila entre lo ontológico desde vivencias individuales y una proyección abiertamente filosófica. Elocuentes resultaban el ego desmedido al que se refería Self, o la pieza a ras del suelo, donde se leía “ser”, realizada a manera de bandejas de metal en cuyo interior se había depositado sal, nombrada Ontología, y sobre todo los cuatro tubos de vidrio que contenían lágrimas, agua, sal y arena, y bajo el título Separación, dibujando ese mar interpuesto como límite al encuentro y el ponto de lágrimas tras la emigración.

Algunas convergencias en el trabajo de los hermanos Capote sobre las que es preciso insistir, resultan de la inexistencia de esa unidad que algunos focalizan como estilo en el lenguaje y resulta en ellos innecesaria. La proyección morfológica en ambos casos, obedece a exigencias que provienen de las ideas para su óptima concreción. Cada pieza terminada obedece a un perfil conceptual, y según ellos, en el proceso son las ideas las que mueven los medios, las formas y los materiales, buscando expresar del modo más eficaz un contenido, consiguiéndolo a partir soluciones visuales siempre diferentes. Los títulos puntualizan una dirección para el acercamiento, sin reiterar lo explícito, expanden el significado con independencia del origen de los términos, provengan del castellano, el inglés o cualquier otro idioma.

La percepción de divergencias entre sus formas de hacer se distingue en algunas de las influencias detectables. Si en los objetos de Yoán Capote está el influjo de Duchamp, y de manera discreta una cercanía en métodos creativos de Cildo Meireles y la nueva escultura británica, en Iván, inicialmente próximo a la poesía concreta brasileña, el movimiento es –distinguiendo emociones–, hacia una ruta cercana a esa desmaterialización de la obra de arte referida por Joseph Kosuth.

Lo que proviene del cuerpo en un caso y lo que resulta tomado al lenguaje en otro, son formas cargadas de emotividad. Quedan en ellas la aprehensión lírica de contingencias contemporáneas según la traducen estos artistas, lo cual constituye sin duda una suerte de poesía visual, exhibida en cada uno de los entes metaforizados que concentran sus ideas. En Yoán lo poético está en el (re)diseño de los objetos, en el destaque de la condición física de la materia y su poder expansivo, unido a una sensitiva belleza y al irónico humor con que lo expresa. En Iván, la acción poética es el viaje a la hondura de lo humano, a las esencias del ser, al intangible espíritu del hombre. Poesía, pero poesía crítica, son las soluciones técnicas y la elección de los materiales; la fuerza del significado; las rutas de análisis elegidas. Así definen la manera simbólica en que la idea se trasmite haciendo del arte “espacio de degustación sublime”[5]. Esta aproximación al discurso de los hermanos Capote, y sus interpretaciones de lo global a partir de vivencias locales (y viceversa), da fe del paralelismo que define el universo objetual que han construido, y al mismo tiempo, muestra como en la proyección ascendente de ambos se manifiesta lo esencial de sus individualidades: una disyunción entre materia y espíritu.   

 

[1] Galería DUPP (siglas que corresponden a Desde una Pragmática Pedagógica), fue un proyecto que desde el Instituto Superior de Arte (ISA) de La Habana, condujo el artista y también profesor René Francisco Rodríguez. Todo el equipo de DUPP que participo en la VII Bienal de la Habana, en 2000, recibió el Unesco Prize for the Promotion of the Arts.
[2] El momento de la muestra Unidad de contrarios, de Iván Capote (graduado de la Escuela Nacional de Arte (ENA), en 1992), resultó la presentación del artista con un proyecto individual en el circuito de la capital. Yoán Capote, por su parte, había culminado estudios en el Instituto Superior de Arte (ISA), de La Habana, en el propio 2001, con el proyecto El diseño de lo híbrido, al cual pertenecían las piezas allí mostradas. La obra de Yoán eran familiares para el público por sus presentaciones anteriores: Track Back Trac. Instalaciones y objetos, en el Centro de Arte 23 y 12 en 1998, y ULM. Nuevos objetos, en 1999, en la galería Carmelo González de la Casa de Cultura de Plaza como parte del proyecto Espacio Público Privado de la Fundación Ludwig de Cuba.
[3] Cada exposición sigue la ruta de una investigación y es curada por los propios los artistas. Resultan ensayos analíticos sobre  porciones del trabajo, en las que cada pieza contribuye a trazarla como totalidad en una unidad cerrada de conceptos. Cada exposición personal en el caso de estos artistas es una nueva propuesta a nivel temático, diferente a la que le antecedió y una nueva obra en su totalidad.
[4] Entrevista a Yoán Capote. 31 de enero de 2009, La Habana.
[5] Expresión tomada de una entrevista realizada a Yoán Capote. 21 de febrero de 2009, La Habana.

Armonía de Contrarios, 2006 / Metal, madera, tubo de cristal, agua, aceite industrial y motor eléctrico / 170 x 102 x 33 cm
Armonía de Contrarios
2001
Metal, madera, tubo de cristal, agua, aceite industrial y motor eléctrico
170 x 102 x 33 cm
Punto de Vista, 2006 / Acero y madera / 70,5 x 26,5 x 85 cm. Edición: 2/3
Punto de Vista
2006
Acero y madera
70,5 x 26,5 x 85 cm. Edición: 2/3